Por: Azael Carvajal
azcarma@yahoo.com

Este 9 de febrero, siguiendo la fecha clásica del periodista colombiano, establecida a en dicha fecha por la Ley 51 de 1975, declarada inexequible por la Corte Constitucional, a la luz de la Carta Magna de 1991, habrá distintos programas, ceremonias, homenajes, discursos, almuerzos, cenas y otros actos especiales para recordar al llamado «padre del periodismo colombiano», el cubano y bibliotecólogo Manuel del Socorro Rodríguez. Aprovechamos la ocasión para aclarar que el nuevo día clásico, que es para el periodista y el comunicador, lo fijó la Ley 1016 de 2006, para el 4 de agosto de cada año, como un homenaje al otro padre, reconocido y homenajeado como «el precursor de la independencia», Antonio Nariño, uno de cuyos grandes aportes fue la traducción y publicación del valioso documento de la revolución francesa: «Los Derechos del Hombre y del Ciudadano».

Aparte de las celebraciones, un aspecto que deberíamos destacar y poner en práctica consiste en promover actividades académicas para reflexionar sobre diversos aspectos y relaciones entre el periodismo y otros asuntos también bastante importantes para la vida cotidiana, no sólo de Colombia, sino del mundo entero. Por ejemplo, temas como el periodismo y la democracia, el periodismo y la ley, el periodismo y la administración de justicia, el periodismo y los derechos fundamentales y dentro de ellos, destacar los que más conexidad tienen con la vida del periodista, entre ellos, los derechos de la personalidad, -como son: el libre desarrollo de la personalidad, la privacidad, la intimidad, el habeas data, la propia imagen y las comunicaciones personas-, el periodismo y la libertad de cultos, el periodismo y la libertad de conciencia, el periodismo y la libertad de expresión, el periodismo y el derecho de petición y el periodismo y la acción de tutela. Y podríamos seguir insinuando más temas.

Porque debemos pasar de la retórica, de la solemnidad de las celebraciones y de los momentos pasajeros de emotividad a la acción más regular y que tenga mayor trascendencia y que cada vez se cumpla la nueva expresión de que el periodismo y, obviamente, quienes lo ejercen, constituyen el primer poder, porque el cuarto puesto que tenía ya está muy superado por las realidades cambiantes y transformadoras del mundo entero.

Y desde luego que quienes asumimos el papel de periodistas, tenemos, dentro de ese ámbito académico, el deber de propiciar el debate permanente y organizado, para aportar mucho, más de lo que esperaría una sociedad y para que esa suma de ideas, origine también grandes cambios en nuestro medio. Claro que ese flujo de mensajes, debe tener, asimismo, claridad de qué se discute y cómo termina el diálogo, para que sus resultados sean, igualmente, una propuesta o un proyecto que, puesto en marcha, arroje resultados positivos. En resumen: abrir espacios para hablar, para convocar a la participación y terminar con iniciativas que se orienten hacia el bien. Tal conducta es la mejor manera de celebrar el día clásico y cumplir los deberes frente a la sociedad.