Por Luis Pérez Gutiérrez
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El Sistema Educativo de Colombia acaba de ser calificado como unos de los peores del mundo. La ONU califica a Colombia en el puesto 78 de 129 países; más mal que muchas naciones del África. De otro lado, según investigación del Banco de la República (2013), el 97.6% de los bachilleres NO alcanza un nivel satisfactorio de Inglés. Y además, dice el estudio, en los últimos cinco años, el avance en la enseñanza del inglés ha sido cero, Colombia necesita otra educación. Una mala educación es cara a cualquier precio.
Hay muchas señales para que Colombia sea tan mal calificada en educación. El presupuesto educativo es bajo. Los verdaderos pedagogos no participan o no existen. No hay cobertura total en educación para los menores. La educación no es capaz de sacar a los jóvenes de la violencia, ni les enseña a trabajar, ni se capacitan en idiomas para comunicarse. Y en los jóvenes que se vuelven adultos sí que tenemos una situación lamentable: El 75% de los jóvenes mayores de 17 años no vuelve a estudiar nunca más en la vida. Así es imposible construir un país moderno y una sociedad equitativa. En contraste, Chile ya propone que la educación superior sea gratuita y universal.
De esas debilidades, existe otra, muy grave, nunca debatida: Las grandes élites de Colombia muestran un desinterés trágico por la educación.
En lo público, todos los aspirantes a la Presidencia hablan jugosamente de la educación; cuando son electos y asumen las tareas de gobierno se olvidan de ella. Para no retroceder más de 20 años, el legado educativo de los últimos 5 presidentes ha sido pobre, muy pobre, irrisorio. El Presidente Samper lideró ambiciosas propuestas sociales pero avanzó poco en educación. Del Presidente Pastrana abrió la puerta de los diálogos de paz pero no se conocen decisiones educativas de fondo. El Presidente Uribe experto en discursos esperanzadores, no recuerdo uno solo de contenido educativo con acciones concretas durante 8 años de gobierno. Nuestro Presidente Santos tampoco le ha enviado un solo mensaje de alto calado educativo al país. El MEN presentó un proyecto de Reforma a la educación y el Presidente la retiró abruptamente por temor a un paro nacional de estudiantes, y ahí murieron todas las ideas educativas del gobierno Santos. Incluso, la locomotora de la Innovación, complementaria a la educación, fue a todas luces un fracaso, no hubo un centímetro de avance. Si Santos es reelecto debe anotar esta deuda ciudadana por pagar.
Y en lo privado, la dirigencia empresarial, a pesar de que ocasionalmente hace obras de caridad educativas, no participa ni expresa opiniones para ayudar a que avance la educación. A la dirigencia privada no le interesa el futuro de la educación pública ni gran parte de la educación privada. No le interesa lo que pasa en las universidades del estado donde hay billones de pesos invertidos. Cuando hay un proyecto de ley que implique cambios en la Economía todos los grandes grupos hacen lobby en el Congreso, enfilan sus medios de comunicación, y hacen hasta lo imposible para poner a la sociedad a pensar en esos temas.
Y toda esa indiferencia de las élites privadas hacia la educación es porque sus hijos tienen las necesidades educativas resueltas. Nadie de las élites va a la educación pública, no la necesitan, ni les gusta. Nadie de las élites va a las universidades públicas ni a las privadas con reputación de mediocres. Y si no encuentran buen ambiente en dos o tres universidades privadas distinguidas que hay en Colombia, pues empacan y se van a estudiar al exterior.
La voz y el liderazgo directo del Presidente de la República en temas educativos serían esenciales para que se mueva todo el país en la misión de crear un sistema educativo que construya una nueva sociedad equitativa y un país moderno. Cuando el Presidente habla de Paz todo el país se vuelca a hablar de Paz. Cuando el Presidente habla de Reformas tributarias, toda la sociedad se involucra en el tema. Y así, si hablara de revolucionar la educación, la dirigencia de todos los sectores acogería el reto de cambiar nuestro sistema educativo y no perpetuarla nuestra sociedad como vetusta.
La Voz de los mejores empresarios sería convocante para que el Ministerio de Educación se mueva a una mayor velocidad y con ideas innovadoras que transformen. Cuando los grandes empresarios opinan, ponen a pensar el país, y de sus ideas nacen cambios para la Nación. Así como le ponen con tanto juicio el ojo al Ministerio de Hacienda, asimismo deberían relacionarse con el Ministerio de Educación para reclamar una revolución educativa.
Los empresarios son también padres de la patria, deben preocuparse obvio por la educación de sus propios hijos, pero qué bueno que aporten liderazgo para la educación de los otros hijos de Colombia.