Por Rodrigo Maya Blandón
@mayatelevision
Son cerca de las nueve de la mañana del viernes 8 de marzo. El viejo bus de Sonsón, con 38 periodistas del colectivo Caravanas para el Desarrollo del Oriente Antioqueño, ya ha dejado atrás a Mesopotamia, corregimiento de La Unión en el Oriente Antioqueño. El letargo matutino lo interrumpe el fundador de este colectivo, Oscar Castaño, periodista, investigador social y escritor, como cualquier avezado guía de turismo, nos dice a viva voz: “Ese pueblito, por el que pasamos cerca, hace un rato, es Mesopotamia. Allí las FARC utilizaron, por primera vez en el mundo, un burro bomba. Lo hicieron caminar hacia la estación de policía y a control remoto, explotaron su carga y el animalito voló en mil pedazos y la onda explosiva mató policías, campesinos y destruyó medio parque”. Este abrebocas de tragedia, nos empieza a situar en una de las regiones de Antioquia donde más se ensañaron los grupos armados con la población indefensa de campesinos agricultores.
El bus sigue su marcha por la vieja vía que unía a Medellín con la capital del país, inaugurada en la primera mitad del Siglo XX y absurdamente, como el niño que bota el juguete viejo porque tiene uno nuevo, tirada a su suerte en 1980 cuando estrenamos la autopista Medellín-Bogotá. Hoy, los habitantes de esta región le piden al gobierno departamental y al central, que la habilite de nuevo, pues consideran que mantenerla abandonada es un detrimento patrimonial que alguien debe pagar. El clamor ya suena duro.
Y vuelve el guía de esta tercera Caravana para el Desarrollo con otra historia de muerte: “Vamos a llegar al alto de Guayaquil, un lugar de muerte y miedo y de ingrato recuerdo para centenares de personas que perdieron allí a sus parientes y amigos. Aquí siempre había un retén del ELN, de las FARC o de los paramilitares. Paraban los buses y los autos particulares y se llevaban a los que querían. Por esa carretera que se interna en la montaña, se llevaban a los condenados a muerte, sin fórmula de juicio, en un camioncito vino tinto. Unos kilómetros más adelante los torturaban y después los fusilaban. Son muchas las fosas comunes que deben haber por ahí, en la orilla de esa carretera de la muerte, como la bautizaron los aldeanos”. El colectivo de periodistas, conmovido, guarda silencio. Unas cuadras mas adelante nos detienen en un retén. La tensión sube. Pero el descanso llega casi de inmediato pues este retén lo dirige una mujer y un grupo de obreros de Invías que trabajan en la recuperación de esta importante vía que tanto necesita esta región y el país. Este es un retén que le da paso al progreso, pienso.
Después del susto momentáneo vuelve Oscar Castaño con su sobrecogedora historia. “El administrador mas tenebroso del retén del alto de Guayaquil es, sin lugar a dudas, el Cabezón. La historia de este siniestro personaje la desarrollo a fondo en el libro que estoy escribiendo. El Cabezón empezó como guerrillero del ELN en esta región y como tal y como tal utilizó el retén el alto de Guayaquil. Por problemas con el comando central del ELN, se separó con su grupo de combatientes y se unió a los paramilitares del Magdalena Medio que comandaba Ramón Isaza, hoy detenido. Y era tal su desprecio por la vida de los demás, que fue de parcela en parcela y de casa en casa asesinando a los campesinos que lo habían auxiliado o colaborado cuando era guerrillero. En su papel de paramilitar asesinó a quienes por miedo o simpatía le sirvieron y fue tanto el terror que el Cabezón sembró en la región que los mismos jefes paramilitares se vieron obligados a parar esta máquina de muerte. Una noche lo fusilaron”.
Con las escenas de muerte y de dolor y con actores tan despiadados dando vueltas en nuestra imaginación, llegamos a Sonsón donde los jóvenes y entusiastas alcaldes de esta bella sub región nos esperaban. Dioselio Bedoya López, alcalde de Sonsón, nos dice que el conflicto armado paralizó por años el desarrollo de la sub región de los Páramos y del oriente de Antioquia. Anota que con Flor Dey Granada, alcaldesa de Argelia y con Abelardo Arraut Bustamante, alcalde de Nariño, se han integrado para defender los derechos humanos y generar confianza de seguridad en la población. Y enfatiza:“Estamos soñando, pero también estamos trabajando y haciendo gestión para que el gobierno departamental y el gobierno nacional apoyen nuestros proyectos y podamos volver a vivir en paz, armonía y desarrollo. Nuestra gente ha sufrido mucho y merece toda la solidaridad de los colombianos”.
A las 2 de la tarde llegamos a Argelia donde toda la población nos esperaba como una tabla de salvación. Centenares de argelinos se volcaron a las calles con banderas y sus mejores atuendos. Los 43 presidentes de las juntas de acción comunal, que desde muy temprano salieron de sus veredas, veían en este colectivo de periodistas una oportunidad de gritarle al mundo que están vivos y con toda la intención de trabajar en paz.