Por Henry Orozco
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@HenryOroxco
Con el fin de conocer la región, varios estudiantes de la Universidad Católica de Oriente del programa de Comunicación Social y Psicología visitaron los municipios de San Francisco, Granada y San Carlos.
La salida académica se realizó el día 03 y 04 de Oct del 2014, donde estudiantes, docentes y miembros de CET (Centro de estudios territoriales) interactuaron con diferentes actores de los municipios para hacer un trabajo de investigación sobre factores políticos, sociales, económicos, educativos, culturales e históricos. De esta manera se conoció los diferentes procesos que se han llevado a cabo en el Oriente de Antioquia para la recuperación de memorias históricas, el tejido social, la idiosincrasia, recuperación de identidad y reconciliación entre víctimas y victimarios.
Con mochila, cámara, trípode y ukelele…
Eran las 6:00 am del viernes 03 de Octubre cuando en compañía de algunos docentes y amigos de la UCO me disponía a viajar rumbo a San Pacho, municipio situado en la subregión bosques del Oriente Antioqueño y del que había escuchado hablar mucho por sus múltiples manifestaciones de violencia pero de quien no conocía sino el nombre. –Este como primer destino–.
El viaje se me hizo largo, quizá por la ansiedad de llegar y empezar nuestra ardua jornada de trabajo; sin embargo, entre charlas, risas y cantos, llegamos. Estábamos montaña adentro.
Paramos justo en las afueras del coliseo de San Pacho donde el docente de la cátedra historia, Edgar Calderón Sanín, en compañía de algunos actores fundamentales del pueblo nos darían las indicaciones respectivas para iniciar el trabajo correspondiente. Ahí mismo desayunamos, hicimos un breve receso después del viaje y tuvimos tiempo hasta de chutar un balón; el mismo que se haría el culpable de mi jocosa desgracia, un enorme hueco en mi pantalón.
Jugar al fútbol nunca ha sido uno de mis fuertes, y cuando no termino con el balón estampado en la cara; mínimamente termino lamentando cosas más vergonzosas como en esta ocasión.
Sin más, los restantes entes primordiales del pueblo no se hicieron esperar, y pocos minutos después del desayuno daríamos inicio a nuestra labor. Edgar nos había asignado unos grupos a determinado número de compañeros donde cada quien se encargaría de investigar entre los diferentes factores del municipio. Mi equipo de trabajo correspondía al factor social, casi todos compañeros de clase en historia y otras tres personas de semestre posterior al nuestro, para así conformar un grupo de nueve estudiantes dispuestos a investigar. Bastó presentarnos, estrechar las manos y conocernos un poco para adoptar la suficiente disposición y responsabilidad que el trabajo exigía.
Cada equipo de trabajo salió del coliseo y se dirigió con su mentor a recorrer el pueblo mientras nosotros esperábamos a Doña Martha (Presidenta de la asociación de víctimas de San Francisco) quien nos contaría un poco acerca del proceso de reconstrucción que el municipio ha tenido, los cambios fructíferos de San Pacho y las vivencias de los sanfrancisquenses en tiempos de postconflicto.
Pocos minutos después de la espera Doña Martha cruzó las puertas del coliseo, muy amablemente cedió ante nuestras propuestas de investigación, nos respondió todas y cada una de las preguntas que le realizamos y como si fuese poco aceptó portar un micrófono y pararse frente a una cámara para que así nosotros pudiéramos quedar con un registro audiovisual para realizar un documental acerca de los procesos de post guerra en los diferentes municipios.
Entre pregunta y pregunta recorrimos gran parte del municipio de San Pacho, hablamos con entes del pueblo, conocimos el monumento de víctimas y una que otra historia de vida desgarradora producto de la violencia impartida hace unos pocos años atrás debido a los grupos insurgentes, Farc, Paramilitares y demás victimarios apoderados de la región.
Doña Martha nos propuso ir a la piscina del pueblo a lo que todos inmediatamente accedimos en vista de que creíamos poder hacer uso de ella y después de soportar un calor infernal que acompañaba el ambiente de aquel municipio del Oriente Antioqueño, donde la violencia dejó más de un rostro triste. Llegamos a la piscina no sin antes conseguir una entrevista de un joven reinsertado de las Farc, –quien ahora trabaja en pro del municipio—y luego de pasar cerca del cementerio, que por cierto según un dato curioso de Doña Martha solo lo abren una vez al mes y con excepción cada vez que hay muerto, pero lastimosamente no tuvimos tiempo para darnos un chapuzón; cada vez se hacía un poco más tarde y nuestro trayecto solo comenzaba acá, pues de San Pacho saldríamos minutos más tarde con destino hacia Granada.
En la piscina hicimos una que otra entrevista, conocimos gente bastante amable (entre ellos el dueño del establecimiento quien nos ofreció estadía en su hotel a un precio sumamente módico después de vendernos unas cuantas cervezas) y luego solo tuvimos tiempo para regresar y despedirnos de Doña Martha, nuestra guía en San Pacho y quien nos brindó la información suficiente para nuestro trabajo de investigación.
Granada, miles de dolores en bitácoras…
Terminada la mañana en San Pacho, nos dispusimos a viajar rumbo a Granada; de nuevo era un trayecto largo y el sol cada vez se hacía más insoportable. La música en compañía de unas cervezas que compramos en un paradero del camino y mi ukelele; hicieron dispersar el calor de nuestras mentes y esta vez de nuevo entre cantos y risas al ritmo de aquel pequeño instrumento de cuerdas, llegamos a Granada; municipio ubicado en la subregión embalses y a su vez conocido como “el corredor” del Oriente Antioqueño; quien durante varios años fue víctima directa de la violencia dejando miles de personas afectadas.
Inmediatamente nos dirigimos hacia “el salón del nunca más” –un salón de víctimas ubicado en uno de los parques de Granada donde se reconstruye las memorias de cada uno de los muertos producto de la violencia–.
Entramos al salón y observamos los paredones repletos de rostros mientras escuchábamos detalladamente las historias tan devastadoras a la que se enfrentaron los granadinos y de las que hoy día solo quedan recuerdos tristes y letras de sus seres queridos plasmados en bitácoras que componen dicho recinto.
Recorrer el salón del nunca más nos hizo apropiarnos más del dolor que comprende esta zona del Oriente Antioqueño y de la que no debemos ser indiferentes, pues desgraciadamente ayer fueron ellos; hoy podríamos ser nosotros. Reflejarme en la fosa simbólica que contiene aquel lugar mientras escudriñaba a manera aleatoria una que otra bitácora en memoria de las víctimas, fue como anclarme a la vida y sentir un profundo vacío dentro de mí mientras inevitablemente derramaba una lágrima.
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Al salir del salón nos dirigimos hacia el recinto donde pasaríamos la noche, era algo así como una especie de internado diocesano dividido por una reja metálica con un mensaje bastante sugestivo y que por cierto nadie se atrevería a cruzar; ¡peligro voltaje alto! (…) esto para separar a los hombres de las mujeres.
Allí procedimos a descargar nuestro equipaje de viaje, descansar un poco y darnos una ducha mientras salíamos de nuevo a hacer parte de un evento al que fuimos invitados en memoria de las víctimas. La noche de las luces.
Hicimos un recorrido por las calles de Granada con una vela encendida; llegamos a una plazoleta en donde se llevaría a cabo dicho evento y en el que hubo varias manifestaciones artísticas. Entre lecturas, cuentos, poesía y canciones evocamos a las víctimas de violencia e hicimos un grito simbólico para consolidar la paz de nuestro pías.
Luego de pasar una noche bastante agradable en compañía de tanta gente, me dispuse con otros pocos compañeros a buscar un sitio donde comer algo y así dar por terminada una larga y fructífera jornada de trabajo.
Cansados pero con una sonrisa de oreja a oreja por haber logrado nuestro cometido durante el día; quisimos cerrar la noche con broche de oro y nos regalamos dos horas de nosotros mismos para festejar en Granada lo bien que nos había ido hasta ahora.
Sin más, nos dispusimos a regresar al lugar donde nos hospedaríamos debido a que nuestro siguiente destino era San Carlos y por ende debíamos madrugar a las 5:30 am para abordar el viaje.
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San Carlos, el paraíso del Oriente Antioqueño.
Luego de descansar unas horas los rayos del sol no se hicieron esperar, eran aproximadamente las 6:00 am, hora en la que ya muchos se habrían desprendido de la cobija y entre silbidos, gritos, risas y charlas hicieron que quienes todavía disfrutábamos del abrazo de Morfeo abandonáramos aquel amor idílico y placentero (el sueño) y nos pusiéramos en marcha para enfrentarnos con un duchazo de agua fría para despertar y adquirir las energías necesarias para continuar el viaje.
Al término del desayuno salimos en busca de los buses que desde el día anterior nos transportaban; abordamos los mismo y emprendimos el largo viaje hacia San Carlos, municipio situado en la subregión embalses del Oriente Antioqueño, conocido por sus riquezas hídricas y sus anhelados balnearios.
Bastó abrir mis ojos para darme cuenta que había perdido la noción del tiempo y despertar en el parque de San Carlos; allí en compañía del consejero juvenil hicimos un recorrido por la plaza del municipio y mediante entrevistas realizadas a este, conocimos un poco acerca del proceso de reconstrucción en el municipio, las memorias históricas, la reconciliación entre víctimas y victimarios, el proceso de las hidroeléctricas, las costumbres e idiosincrasia de los sancarlitanos entre muchos factores más.
Poco tiempo después caminamos hacia el hogar juvenil del municipio, donde nos reuniríamos con el presidente del consejo municipal, el psicólogo encargado de atender todos los procesos de reconstrucción de memorias en el municipio entre otros actores más de igual relevancia para nuestro trabajo de investigación.
La reunión duró cerca de 3 horas y al término de esta aproveché para buscar un charco y darme tan anhelado chapuzón durante mi trayecto recorrido y no irme de tremendo paraíso sin disfrutar de su mayor riqueza.
El tiempo era bastante limitado así que solo pude disfrutar del agua cuestión de 15 minutos, después de eso me dispuse a regresar al hogar juvenil para almorzar un rico sancocho que muy amablemente nos brindaron y luego abordar el bus para dar por terminada una de las que se harían de mis mejores experiencias vividas.