Por: Juan Fernando Pachón B
jufepa40@hotmail.com
@juanfernandopa5
Pocas veces un país me ha impactado tanto como Corea del norte. Es más, reconozco que sabía poco de él, pues no me llamaba la atención en lo absoluto… Hasta que las noticias registraron el potencial peligro nuclear que representa el ermitaño asiático. A la distancia se avizora como un paraíso comunista, pero si observamos con lupa se apreciarán rastros de alienamiento severo y una marcada destrucción de la personalidad de sus pobladores.
Breve marco histórico
En el ocaso de la segunda guerra mundial, el mundo fue testigo de la división de la península coreana, tras liberarse ésta del yugo japonés. El lado sur fue ocupado por EEUU y el norte por URSS. Se podría decir que fue este el inicio de la guerra fría entre ambas súper potencias. Corea del norte, con la bendición de los rusos, se erigió en sociedad comunista, mientras que corea del sur, impulsados por EEUU, desarrolló su espíritu capitalista. Transcurrido un breve tiempo, corea del norte (no se sabe si instigada por URSS) se le ocurrió que la península merecía un estatus comunista. Fue entonces cuando invadió a sus vecinos del sur. La gracia le valió una guerra, donde, sin mirarse a los ojos, EEUU y URSS midieron sus fuerzas. En 1953 se llegó a un acuerdo entre ambas partes. Para tal fin, se delineo una frontera (denominada paralelo 38) que dividiría al norte del sur. A la fecha dicho paralelo sigue vigente, pero la paz aún no se ha firmado.
Una sociedad de contrastes
Las autopistas de Corea del norte son un símbolo de orgullo nacional; algunas son hasta de doce carriles, pero los automóviles brillan por su ausencia, pues sus habitantes no pueden tener carro (Solo tienen el privilegio los gobernantes y las máximas esferas del poder) Sus hoteles – de clase media y baja – adornan el gris paisaje urbano, pero yacen desocupados, ya que los turistas por estas tierras son una especie en vía de extinción. Sus calles están libres de mendigos y lisiados, pero nada tiene que ver su genotipo ni su estructura social, simplemente son recogidos por grupos especiales de limpieza para reagruparlos luego en zonas secretas (se desconoce su paradero, aunque se presume un penoso fin). Hay un solo canal de T.V, y por si esto fuera poco, la mayor parte de su programación consiste en transmitir largos desfiles y aburridas ceremonias del gobierno. No hay internet, solo una red local para conexión nacional. La tasa de criminalidad es muy baja, casi nula, pues si alguien osa delinquir, sus vecinos y hasta su tercera generación familiar tendrán que purgar la pena. El único museo digno de visitar es el de su “presidente eterno”, Kim Il Sung, donde se le rinde homenaje a su vida y obra. Todas las noches se corta el fluido eléctrico y solo quedan iluminadas las estatuas y motivos alusivos a la familia real.
El epítome de la sumisión extrema
Hay un punto en común en todo gran dictador, su afán enfermizo por trascender y perpetuarse en el poder. Y los tiranos de Corea del norte son los representantes más extremos en el mundo, donde su séquito incondicional se ha encargado, a través de su corta historia, de diseñar – y hacer cumplir a pie juntillas – un plan sistemático para cultivar su imagen. En este sentido, el país que ostenta el título del más aislado del planeta, ha puesto en práctica un excesivo culto a la personalidad de su máximo jefe, que raya en lo absurdo. Así pues, cuando un habitante cumple 18 años, se le encomienda el honor de llevar una imagen del líder, la cual hará las veces de carta de presentación. Si algún día la llegara a perder por el motivo que fuere, podría pagar el penoso descuido hasta con su propia vida. Por lo general, Los billetes llevan la imagen de algún miembro de la dinastía y por ninguna razón deben ser doblados, so pena de cárcel o incluso la muerte. De otro lado, se sabe de un miembro del gobierno que fue torturado y luego asesinado porque en el funeral de Kim Il Sung, su gran fundador, no se le vio llorando ni lo suficientemente consternado. En toda casa que se respete debe haber por lo menos un cuadro en la sala con la imagen del cabecilla supremo. Todos los medios (televisión, radio, periódicos, etc.) deben rendir reverencia incondicional al gran clan. El país vive por y para el líder, quien está casi a la misma altura de un Dios.
El gran interrogante
Corea del norte enseña sus garras al planeta. Lo que no sabemos, en medio de la jaula que ha creado en torno a sí, es si realmente debemos temer a sus intenciones nucleares, o si toda la parafernalia montada obedece a un simple acto desesperado de su nuevo e inexperto líder, Kim Jong Un, para marcar su territorio en el escenario mundial…Y nada más. Solo eso.